
Input no se movió de su lugar desde que Henu despego. En medio de esa oscuridad y aun con el efecto de la comida de Sokar simplificando sus pensamientos, descubría sobre aquel lugar al que jamás creyó visitar. La forja seguía activa, algunos demonios sobrevivientes formaron una rebelión, la caverna estaba llena de vida y muerte, Anpu estaba ambientado en ella mas de lo que recuerda lo estuvo en su viejo hogar y los seguía un monstruo bebe que devoraba todo a su paso. Aunado a eso ¿Cuál era el misterio con las manos de Anpu? ¿a qué se refería Sokar con la “fortaleza” y con ver al heraldo del maestro?
Anpu se acercó sutilmente con la devoradora llamando a Input.
—Ammyt…Ammyt quiere que la cargues—dijo el—. Si no te molesta claro.
—¿Ammyt? —pregunto con el ceño frunció— ¿Piensas adoptar esa cosa?
—¿Qué tiene de malo? —cuestiono rascándole la barriga. Ammyt en respuesta ronroneo—. Perdió a su mama y el Duat puede ser cruel para una bebe.
—Dile eso a los demonios.
Ammyt mordisqueo los dedos de Anpu y volvió a gruñir que la quería a ella.
—Creo que piensa que eres su madre—teorizo acercándosela. Pero Input dio un paso de distancia.
—¿De dónde nos vio el parecido? —recrimino indignada—. Además, es un monstruo del Duat, no puedes llevártela al mundo de los vivos ¿Cuál es tu excusa para conservarla?
Input no lo vio, pero Anpu agacho la cabeza con melancolía. Observando a Ammyt de una manera tierna y dolorosa.
—Es que…—intento explicarle, pero se le cortaba la voz al momento—…yo…empatizo con ella.
Antes que Input pensara que decirle, o que pensar ella misma, Henu se detuvo lentamente en el límite del pasadizo, donde una puerta más pequeña daba entrada a otro pasaje.
—Nos detuvimos.
Anpu le paso a Ammyt sin preguntar. Algo que al instante emociono a la bebita que se acurruco en el pecho de Input y ronroneo. El la condujo de los hombros y les ayudo a salir del barco con cuidado. Agradecieron a Henu y se despidieron no sin antes enviarles sus agradecimientos a Sokar. Henu se retiró y ellos cruzaron la puerta.
Del otro lado había unos escalones de subida.
—Solo si quieres—le ofreció Anpu sus manos a Input para guiarla. Creyó que ella lo rechazaría o insultaría.
—Si me tropiezo, las dos te matamos—le sentencio tomándola acompañado de un rugidito amenazador de la cría.
—Supongo que el efecto de la comida se está pasado.
—Al contrario, puedo enfadarme contigo de una forma mas moderada.
Anpu las llevo hasta lo alto donde había un pequeño pasillo con una puerta al fondo. Estaba por abrirla hasta que se detuvo nervioso y avergonzado.
—Espera aquí—le dijo soltándola para abrir la puerta lo suficiente como para que solo el pasara—. No tardo.
—¿Qué? Anpu—trato de detenerlo, pero el desapareció detrás sin darle explicaciones. La devoradora respingo—. Si, es un idiota.
De pronto, fuertes ruidos se escucharon del otro lado. Unos metálicos. Otros pesados. Otros de objetos rompiéndose. Anpu diciendo cosas como que era un caos, que no podía dejar que ellas vieran eso y aquello. Las dos giraron sus cabezas confundidas. Input no se esperó y empujo la puerta. Adentro estaba iluminado por candelabros y el lugar era un desorden. De primera, dominaba un aroma fuerte e indescifrable, pero que recordaba al de un cadáver o a alcohol.
Un salón enorme con archiveros llenas de pergaminos mal organizados, estantes de sustancias y frascos, mesas de trabajo con pergaminos, rollos de tela y materiales de cirugía. Y lo mas singular de todo, al fondo vasijas gigantes sellados con varias capas y también había unas cajas gigantes de piedra o metales acomodados de forma horizontal. El susodicho sostenía entre sus manos con bastante nerviosismo un jarrón que lucía pesado, como el de haber sido atrapado en algo indebido. Estaba paralizado con una mezcla de nervios y pena. Input revoleaba los ojos por todo el lugar.
—Quiero pensar que este también fue un lugar importante que sigue en funcionamiento ¿cierto? —especulo ella y Anpu se relajó dándole la razón.
—¡Si! Exacto—afirmo ajustando el jarrón para no caer—. Es el viejo…almacén del área Bioquímica—confeso a medias. Ammyt salto emocionada al piso en cuanto olio un aroma jugoso que parecía porvenir del jarrón—No, no. ¡No! —intento detenerla torpemente dejando casi caer el jarrón—¡No, Ammyt!
Input se adentro por el lugar mientras los otros luchaban por el contenido del jarrón. Los libreros contenían libros sobre la ciencia del ser, desde primeras ediciones sobre los elementos del ser hasta manipulación tecnológica de estos. Todas firmadas por Dyehuty, el Gran Escriba. En la mesa estaban unos pergaminos de notas con imágenes anatómicas de humanos y animales. Las notas decían cosas experimentales como pruebas y métodos fallidos de preservación del Dyet.
—Sokar dijo que mama y la tía Ast trabajaban con las escorpiones ¿lo sabias?
—¿No lo sabias? —pregunto arriba una mesa con Ammyt saltando debajo de esta—. Si, ella sabe algo de heka médico, pero solo domino el de protección.
Ella se sentó en una silla y recargo su barbilla sobre sus manos. Tenia más de un millón de años que su madre se había fugado de su hogar. Fue una noche que simplemente la dejo dormida en su cama, y a la mañana siguiente su padre vociferaba por todos lados que ella ya no estaba. No se despidió. Jamás dejo una nota. Simplemente, se fue sin dar explicaciones.
—Entonces ella también estuvo presente en la guerra, y en este lugar—dijo para si con cierto rencor—. Papa era un general y mama una enfermera auxiliar—concluyo en voz baja—. Que ridículos.
Anpu se bajo de la mesa dejando el jarrón sobre esta con un cuidado de que Ammyt no se le trepara como escalera para llegar a ella. Ella siguió saltando como si en algún momento pudiera ser capaz de alcanzar su meta. Input tenia la mirada perdida en los pergaminos, no parecía que en realidad los estuviera leyendo. Cosa que aliviaba a Anpu. Aprovecho su distracción para esconder los libros y pergaminos donde el tenia anotaciones. Sin embargo, el silencio de Input le lleno de preocupación.
—¿Input? —la llamo.
Ella volteo a verlo, ya no con rudeza como solía hacerlo antes, sino con los ojos frágiles y apagados.
—¿Qué? —respondió ella.
—¡Roarrr! —rugió Ammyt a los pies de Input como si fuera una niña llorando luego de que otro niño le hubiera quitado su juguete.
—¿Te pasa algo? —le pregunto ella. Ammyt se sienta en sus patas traseras para arañarla torpemente con sus garritas delanteras de león—. No te entiendo. Anpu—lo llamo.
—Aj—soltó Anpu resignado—. Ya se que quiere. Espérenme aquí, iré por algo que si pueda comer.
Se retiro dejando a Input con la duda. Fue hasta el fondo de lugar donde se encontraban repisas gruesas de otros jarrones mucho más pequeños. Buscaba algunas en específicos que almacenaba de sobra o que no pensaba utilizar jamás. Input lo siguió disimuladamente, pero se desvió a las vasijas gigantes. Ammyt le seguía a ella moviendo su colita de hipopótamo con emoción.
Las vasijas eran negras y tenían inscripciones de nombre y fecha. Para su sorpresa, esas fechas no eran antiguas, sino resientes. La más viejas que encontró eran de hace casi novecientos mil años. La guerra finalizo hace un millón, setecientos mil años. Cuando ella y Anpu tenían doscientos mil años de existencia. Entonces estas vasijas y probablemente todo lo que estaba escrito en las notas anteriores fueron hechas por alguien que últimamente se la pasaba merodeando por aquí.
Si Sokar había vuelto a su herrería ¿alguna necher medica también? La primera que se le vino a su mente era Serket, era la única escorpión de la que no se tenia rastro en Kemet. Aunque, también pensó en su tía Ast e incluso su madre.
—¡Anpu! —le grito.
El se asusto tanto por el repentino grito que se le callo una vasija por accidente. Surgió el grito un hombre en pena, pidiendo ayuda para encontrase consigo mismo. Ammyt corrió a él seguida de Input. Cuando llego, Ammyt se estaba devorando un corazón del piso con mucha hambre y Anpu estaba manchado de sangre y alcohol por la vasija rota. Anpu ni se inmuto por el pobre Ib siendo destrozado por la devoradora. Los jarrones que también estaban marcados con nombres y fechas. Y si en ese jarrón estaba el Ib de una persona, entonces los demás también almacenaban lo mismo ¿y que contenían las vasijas?
—¡Este lugar es una morgue! —exclamo Input horrorizada. Anpu se paralizo— ¿Qué tipo de experimentos horribles deben practicar en este lugar?
—¿Tu crees? —pregunto nervioso.
—Pensaba que los demonios eran despreciables, pero esto—señalo todo el lugar. Luego tomo el jarrón de la otra repisa y la abrió. Adentro estaba el Ib de una mujer que clamaba su nombre con desesperación, como si llamara a alguien. Fue tan lamentable que lo volvió a cerrar—. Pobres ¿Qué les paso? ¿Quién los tiene en estas condiciones? ¿este es el destino de los muertos?
—A estar en el desierto con esos peligros a estar en este lugar sanos y salvos—comento intentando romanizar las circunstancias.
—Incompletos—encaro ella.
—Pero existen ¿no recuerdas los Bas que entraron esta tarde? Apenas sobreviven el uno porciento—explico—. Estos corazones son lo que logra sobrevivir hasta esta región, el resto va extinguiéndose en el viaje.
Ella no sabia eso. Acaba de descubrir que no sabia nada fuera del combate y las armas. Anpu le pasmaba la gran ignorancia que tenia de su mundo y lo que estaba pasando fuera de su vista. No solo debía ser ella, los demás Nechers desconocían los sucesos que pasaran en un lugar abandonada que jamás deseaban volver a pisar. Y era entendible ¿Quién volvería a ese lugar cuando había problemas críticos en la superficie?
Ammyt le rasco con su patita la pierna para que convenciera a Anpu de darle otro Ib para comer. El entendió y tomo otro jarrón que estaba junto a Input.
—Este es de un pedófilo—dijo destapándolo. El grito del corazón decía maldiciones. A Anpu parecía que le desagradaba y se lo lanzo para que lo cachara en el aire con su hocico de cocodrilo.
A Input se le enchino la piel de escuchar la agonía del hombre por ser degustado con placer por Ammyt. Aunque, el hecho de que se tratara de un pecador tan aberrante debía estar justificado. Por lo forma en que Ammyt se lamia sus colmillos, supuso que ese corazón le fue su favorito. Anpu le trajo otro de una violadora asesina y otra de un anciano que blasfemaba contra los dioses.
Una idea hizo clic en Input. Miro de reojo a Anpu y la manera en que se llevaba los jarrones vacíos hasta una mesa al final del pasillo. Tomo un pergamino de notas del librero cercano y toma notas. Se acerco de brazos cruzados a él con sigilo y abrió los ojos de golpe tras comprobar que su letra era la misma que la de los jarrones y los pergaminos de antes.
—¡Padre Atum! —exclamo y el encorvo nervioso—. Cuando dije que rescatabas almas no creí que fuera de verdad—Anpu apenas y se giró apenado ¿Cómo no se percató antes? —. Tu…
—Déjame explicarte—le rogo con las manos de frente—. Se que esto parece raro.
—No, para nada—dijo con sarcasmo mezclado con desagrado—. Es normal tener una colección de partes de almas humanas.
—No las coleccionó…bueno…no con esa intención.
—Cualquiera que sea ¿que haces con ellas en este lugar? ¿Qué haces tú en este lugar?
Se enderezo sin responder. Solo la miro a los ojos con cierta pena, como si no le avergonzara de hablar sobre eso, pero a la vez se tratará de algo que le gusta. Ella no lo juzgaba, exigía respuestas. Desvió la mirada y se sobo la nuca.
—¿Crees que esto me hace raro? —pregunto Anpu.
No era la respuesta que ella esperaba. Los nechers al ser de una especie que imponía las normas de realidad y moral, catalogar algo como raro era difícil. Podría ser poco común, pero raro era debatible.
—No me cambias el tema—respondió desviando también la mirada al lado opuesto a el—. Yo pregunte primero.
Ninguno de los dos volvió a hablar. Solo Ammyt bostezando de sueño luego de su merecida cena. De la nada Anpu tomo camino sin dar explicaciones hacia una puerta diferente de la que entraron. Esta era de doble puerta con candados de serpientes como la del taller de Sokar.
—¿A dónde vas? —pregunto ella cuando reacciono.
Anpu desbloqueo la puerta y antes de salir les dijo:
—Tengo que ver a alguien antes de que se valla, ustedes descansen aquí. Y que Ammyt no se coma nada más—añadió al final antes de cerrar detrás de él.
—Otra vez—respingó ella enfadada intentando alcanzarlo en vano— ¡Anpu! —grito tratando de abrir la puerta. Estaba cerrada con candado— ¡Me las vas a pagar!
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