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En el Fuerte del Crepúsculo, los tambores de guerra retumbaban con furia.
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—¡Retirada, muchachos! —gritó Lu Feng, alzando la voz mientras agitaba el brazo.
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El sonido estridente del silbato rompió la calma del bosque, haciendo vibrar los tímpanos de todos. Era un silbato algo anticuado, traído del Mundo del Señor, pero en momentos como este, resultaba más útil que nunca.
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—¡Sombragato, explora el camino! ¡Tak, cubre la retaguardia! ¡No dejes que nos sorprendan por detrás! —ordenó Lu Feng mientras corría, sin dejar de evaluar la situación.
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No había otra opción. Los miembros de la Puerta Sangrienta los perseguían como gatos hambrientos tras el olor a pescado.
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Aelya corría justo detrás de él, su bastón brillando con una luz plateada similar a la luna, proporcionando algo de protección al grupo.
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—Lu Feng, son demasiados. Si seguimos así, no llegaremos lejos.
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—¡Lo sé! Maldita sea, parece que se han tomado una poción de energía —escupió Lu Feng, mientras sus ojos escudriñaban rápidamente el terreno irregular y lleno de rocas extrañas que los rodeaba. Al menos ofrecía algo de cobertura natural.
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—¡Rafael! ¿Ya terminaste con la barrera? —gritó Lu Feng.
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—¡Casi, jefe! ¡Solo necesito diez minutos! —respondió Rafael, jadeando, con gotas de sudor resbalando por su frente.
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—¿Diez minutos? ¡No tenemos tanto tiempo! —maldijo Lu Feng en su mente. La Puerta Sangrienta no les daría ni un minuto de tregua—. ¡Tak, aguanta! ¡Necesitamos al menos cinco minutos!
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Con un movimiento rápido, Lu Feng desenvainó su espada de acero refinado, y su mirada se volvió tan afilada como la hoja.
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—¡No hay problema, jefe! ¡Déjalo en mis manos! —rugió Tak, blandiendo su enorme martillo de guerra y avanzando como un tanque en plena carga.
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—¡Ares, sígueme! —susurró Lu Feng, escondiéndose detrás de una gran roca.
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—¡Perros de la Puerta Sangrienta, los estaba esperando! —Una sonrisa fría se dibujó en sus labios.
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¡Zas! ¡Zas! ¡Zas!
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Varias flechas silbaron en el aire, impactando con precisión en los perseguidores.
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Ares se movía como una sombra, esquivando entre los árboles con agilidad sobrenatural, cada disparo suyo encontrando su blanco.
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—¡Aaaagh!
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Varios discípulos de la Puerta Sangrienta cayeron al suelo, gritando de dolor.
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—No están mal —silbó Lu Feng, evaluando la situación. La mayoría de esos discípulos rondaban el segundo nivel del Arte de los Espíritus Bestia. Aún podían resistir.
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—¡No se confíen, Lu Feng! ¡Hoy será su final! —Una voz fría y lúgubre resonó, y un anciano vestido con una túnica roja sangre emergió lentamente de entre los árboles.
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—¿Un anciano de la Puerta Sangrienta? —Lu Feng entrecerró los ojos. El olor a sangre que emanaba del viejo era tan intenso que podía sentirse a distancia.
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—Hmph, al menos tienes buen ojo. Si te rindes ahora, quizá te deje un cadáver completo —dijo el anciano con una sonrisa siniestra.
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—¿Un cadáver completo? ¡No me asustas! —Lu Feng escupió y apuntó con su espada hacia el anciano—. ¡Hoy les enseñaré lo que es el verdadero poder!
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—¡Insensato! —El anciano de la Puerta Sangrienta rugió, entrelazando sus manos en un sello. En un instante, una energía roja sangre se expandió como ondas en el agua.
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Lu Feng sintió de inmediato una presencia siniestra envolviéndolo, como si se hubiera sumergido en un mar de sangre. La náusea lo invadió.
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—¡Sombragato, purifica esta energía maligna! —ordenó en voz baja.
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Los ojos del felino brillaron con una luz plateada, dispersando el hedor a sangre alrededor.
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—¡Trucos baratos! —El anciano despreció el acto con una risa fría. Con un movimiento de su mano, una garra roja sangre se lanzó hacia Lu Feng, desgarrando el aire con un sonido sibilante.
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—¡Justo lo que esperaba! —Lu Feng se agachó, esquivando el ataque, y contraatacó con un golpe rápido dirigido a la garganta del anciano.
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¡Clang!
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El abanico sangriento del anciano bloqueó el ataque con facilidad.
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—Tienes habilidad, pero aún eres demasiado joven, demasiado inexperto —el anciano sonrió con crueldad, y con un movimiento de su abanico, una fuerza tremenda empujó a Lu Feng varios pasos atrás.
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—Cof, cof… —Lu Feng sintió un dolor punzante en el pecho. Este viejo no es ningún bluff.
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—¡Lu Feng, voy a ayudarte! —Aelya gritó, alzando su bastón. Una luz lunar cegadora brilló, y una hoja de energía lunar se lanzó hacia el anciano.
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—Hmph, ¿esto es todo lo que tienen? —El anciano la desvió con un simple movimiento de su abanico.
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—¡Aelya, ten cuidado! —Lu Feng advirtió.
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En ese momento, Ares apareció como un fantasma detrás del anciano, su daga brillando con un filo mortal.
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—¡Te has condenado solo! —El anciano giró y lo golpeó con tal fuerza que Ares salió volando, escupiendo sangre antes de caer inconsciente.
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—¡ARES! —Los ojos de Lu Feng se dilataron de furia. Este viejo no tiene piedad.
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—¡Rafael! ¿¡Ya está esa maldita barrera!? —rugió en su comunicador.
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—¡Un… un poco más! —La voz de Rafael sonaba desesperada.
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—Maldita sea… —Lu Feng respiró hondo. Sabía que en este momento, solo podía confiar en sí mismo.
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Concentró toda su energía espiritual, canalizándola hacia su espada.
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—Arte de los Espíritus Bestia, Primer Nivel: Infusión de Energía.
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La espada brilló con un resplandor intenso, runas misteriosas apareciendo en su hoja.
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—¡Perros de la Puerta Sangrienta, hoy solo uno de nosotros saldrá vivo de aquí! —Con un grito de batalla, Lu Feng cargó hacia el anciano.
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—Hmph, ¿aún resistes? —El anciano lanzó múltiples garras de sangre, tejiendo una red mortal alrededor de Lu Feng.
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—¡ROMPANSE! —Lu Feng cortó el aire con su espada, la energía chocando contra las garras en una explosión que iluminó el bosque como un relámpago.
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El impacto sacudió todo su cuerpo, como si alguien le hubiera golpeado cada órgano interno. Pero no retrocedió.
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—Arte de los Espíritus Bestia, Segundo Nivel: Unión con el Espíritu Bestia.
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Sombragato maulló suavemente, transformándose en un rayo plateado que se fusionó con Lu Feng.
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Su cuerpo se llenó de una fuerza abrumadora, su velocidad y reflejos aumentando exponencialmente.
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—¿¡Qué!? —El rostro del anciano se descompuso. No esperaba esto.
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—¡MUERE! —La espada de Lu Feng se clavó hacia la garganta del anciano, quien logró esquivar por poco, pero no evitó un corte profundo en su brazo.
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—¡AAAGH! —El anciano gritó, su túnica empapándose de sangre.
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—¡Hoy es tu fin, viejo! —Lu Feng no le dio tregua, atacando con una furia imparable.
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El anciano retrocedió, herida tras herida abriéndose en su cuerpo.
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En ese momento, Ares se levantó con dificultad y, con un último esfuerzo, agarró al anciano por detrás.
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—¡Lu Feng, ahora! —gritó débilmente.
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—¡ARES! —Lu Feng entendió el sacrificio de su compañero.
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—Arte de los Espíritus Bestia, Tercer Nivel: Fusión con la Espada.
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Su cuerpo y la espada se volvieron uno, un rayo de luz que atravesó la garganta del anciano.
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—¡NOOO! —El grito del anciano se cortó cuando la hoja lo traspasó.
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El cuerpo del anciano cayó al suelo, sus ojos llenos de odio e incredulidad.
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Lu Feng colapsó, jadeando.
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—¡Ganamos! —Tak gritó eufórico.
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—Lu Feng, ¿estás bien? —Aelya corrió hacia él.
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—No… moriré… —murmuró, exhausto.
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—Rafael, ¿y la barrera? —preguntó Aelya.
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—¡Lista! —Rafael respiró aliviado—. Por ahora… estamos a salvo.
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Lu Feng asintió débilmente, cerrando los ojos.
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Entonces, Ares tosió, hablando con dificultad:
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—Jefe… hay algo que deben saber… El cuartel general de la Puerta Sangrienta… está en el Valle Maldito… Tienen una barrera poderosa… imposible de romper… con métodos normales…
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Lu Feng abrió los ojos de golpe.
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—¿El Valle Maldito? ¿Y una barrera?
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—Sí… para destruirlos… hay que encontrar… una forma de romperla… —Ares perdió el conocimiento.
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Lu Feng frunció el ceño. ¿Su base está en un lugar tan peligroso?
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Parecía que acabar con la Puerta Sangrienta no sería tan sencillo.
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—Simulador de Deducción, ¡actívate! —pensó.
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Una interfaz familiar apareció ante él.
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—Simula cómo romper la barrera del Valle Maldito.
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—Energía mental consumida: 100 puntos.
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—Iniciando simulación…
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Un dolor agudo atravesó su mente, seguido de un torrente de información.
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Minutos después, Lu Feng abrió los ojos, cubierto de sudor frío.
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—¡Lo tengo!
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Había encontrado un método, pero requeriría una enorme cantidad de energía mental.
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—Mejor guardar algo por si acaso…
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En los días siguientes, mientras evadían a la Puerta Sangrienta, el grupo se preparó.
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Tak y Ares entrenaron combate cuerpo a cuerpo. Aelya perfeccionó su energía lunar. Rafael estudió el valle y elaboró un plan detallado.
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Todo avanzaba según lo planeado.
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Hasta que, de pronto, una voz anciana resonó en la mente de Lu Feng:
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—Joven… no vayas al Valle Maldito…
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El dolor fue tan intenso que casi lo hizo vomitar sangre.
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—¿Qué demonios…?
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—Simulador, analiza esta voz. ¿Es confiable?
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—Datos insuficientes. Se recomienda precaución.
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—¡Precaución? ¡No hay tiempo! —Lu Feng maldijo internamente, aunque su rostro permaneció impasible.
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Miró al cielo. El sol se ocultaba, tiñendo todo de rojo sangre.
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—Chicos, algo no está bien —reunió al grupo—. Alguien nos advirtió sobre el valle.
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—¿Peligro? ¡Nunca nos ha detenido! —Tak golpeó su martillo contra el suelo.
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—Es muy sospechoso… —Aelya frunció el ceño.
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—El tiempo corre —Rafael ajustó sus gafas—. Debemos actuar antes de que la Puerta Sangrienta se recupere.
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Ares solo afiló su daga en silencio.
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Lu Feng miró a cada uno, viendo determinación en sus ojos.
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—Pase lo que pase, no nos detendremos. ¡Vamos al Valle Maldito!
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Bajo un cielo teñido de rojo, el grupo avanzó hacia lo desconocido.
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La noche cayó. El valle emanaba una energía siniestra, como si algo maligno los observara desde las sombras.
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De pronto, Ares se detuvo en seco, alerta.
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Algo venía.
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