
Esa mañana, Nefertum se despertó con una inmensa somnolencia. Aunque no era holgazán, si reconocía que le encantaba dormir de corrido toda la noche hasta que el sol saliera. Odiaba trabajaba en la oscuridad.
Esa noche tubo un agridulce recuerdo de sus últimos momentos con sus tíos Anhur y Mehyt. Un sentimiento familiar había generado el regreso de esos tiempos en sus memorias. Un tiempo en el que él y su hermano se criaron en Kemet ¿Hace cuánto tiempo fue? Novecientos mil años aproximadamente. Ojalá pudiera preguntarse cómo están actualmente sin recordar lo que supo que les paso tras sepáralos.
Bostezo y dio un pie fuera la cama para toparse con un Maahes sentado de piernas cruzadas en el suelo viéndolo con mucho cansancio ya la vez fastidio. Al principio pego un grito de la sorpresa ya que Maahes jamás hacia eso y menos con la cara destapada sin pena de que le vean sus ojos escarlatas.
—¡¿Pero qué demonios?! —exclamo Nefertum— No me vuelvas a asustar así.
Maahes en lugar de responderle giro su cabeza a la puerta cerrada del que venían aromas jugosos y satisfactorios. Nefertum se rasco la cabeza intentando recordar todo lo ocurrido ayer. El cuarto era de su hermano, pero en algún punto el amaneció en la cama cuando se acostó en el piso sobre la manta en la que esta Maahes. Por lo menos el sangrón lucia mejor que ayer y olía a menos sangre…bueno, casi.
—Siento que estoy perdiendo un detalle—menciono y se acomodó su shenti antes de abrir la puerta.
Y valla que se perdió un muy gran detalle: una preciosa . La linda chica estaba acomodando la mesa para el desayuno. Una cazuela de abundante Homus acompañada de tortillas de harina y tiras crocantes de alguna verdura que en ese momento Nefertum no identifico. Por último, no había carne. Ella lo vio y rápidamente saludo con su minina sonrisa y alegres ojos verde-azulados
—Buenos días, Nefer.
Veo a Nefertiti.
—Maahes. Hay una chica en la casa.
—¿Enserio? —refuto sarcásticamente molesto—. Yo pensé que era una alucinación creada por un efecto secundario del perfume que me pusiste ayer.
—Es verdad—recordó pegándose en la frente con una mano—. Ella es tu vieja amiga.
—¡QUE NO ES MI AMIGA! —grito queriendo parrase, pero por alguna extraña razón no podía— ¡TE DIJE AYER QUE LAS CORRIERAS!
—¿Correrla? ¡Ah, así!
Nefertum salió de la habitación una vez ubicada y consciente de lo que pasó ayer.
—Buenos días, preciosa—saludo amablemente como todo un caballero— ¿Dormiste cómoda?
—Bastante, gracias—le respondió animosa—. Tienes un cuarto muy limpio y ordenado para ser un chico. Y veo que tú y scarlet no se mataron anoche—bromeo buscando con la vista a Maahes que estaba asomado en la puerta.
—Si—volteo a verlo—. Se porto bien…demasiado para dar miedo. ¿Te paso algo en las piernas? —le pregunto esto último a él notándolo al fin.
—¡No sé qué demonios me metiste anoche, pero cada que me levanto algo me tumba!
—Alabado mar Ra—celebro Nefertum. La chica se rio y su hermano le lanza un cuchillo cerca de su nariz— ¡En la cara no Animal!
—¡Creas puras porquerías!
—¡Y tú te la pasas destruyendo cosas! —Maahes le lanza otra daga y la esquivo.
La chica se mueve detrás de Nefertum divertida de la dinámica como si fuera un juego de imitación. Maahes lanzaba dagas por cada diálogo y Nefertum iba de evadirlas a protegerse detrás de algo.
—¡Tus perfumes apestan!
—¡Y tú eres un león apestoso!
—¡Pareces hembra llorando por la suciedad!
—¡Y tú eres un idiota salvaje!
—¡Que divertidos son chicos! —comento ella y se separó de Nefertum para salvar la olla de Homus, lanzándose y cayendo en el suelo— ¡Salve el desayuno! —celebro alzándolo y Maahes le lanzó una daga a ella que Nefertum interrumpió goleándola con su espada como bate y que volara a fuera por la ventana—. Buen golpe.
—Gracias—dijo Nefertum y se puso en posición de recibir otra, pero Maahes cerró la puerta del cuarto muy fuerte—. Inmaduro.
— ¿Quieres desayunar? —le volvió a acomodar la mesa—. Perdón que no tenga carne, Maahes se comió lo que quedó anoche.
—¿Se va a dormir?
—Aja, bueno, se arrastró…y me intento apuñalar con un cuchillo de cocina…y me lanzó desde el segundo piso…y no recuerdo si el casi me azota con una silla o la mesa.
—Paso todo eso mientras dormía?
-Si.
—¿Y no me desperté?
—Es que roncas muy fuerte.
—Eso no es verdad—reclamo ofendido.
—¡Si lo es! —contradijo Maahes desde el cuarto— ¡Por eso no me gusta dormir contigo!
Nefertum rodó los ojos.
—Debiste haberme despertado, uno de los dos pudo lastimarse.
—El único lastimado fue el león palmera—señalo al patio del oasis.
Nefertum vio y en medio estaban restos de una palmera destruida. El ayer se rearmo en su mente con la confrontación de la planta mutada con sangre de Maahes y la casi destrucción del oasis por culpa de esto. Ella jamás le explico como detuvo al animal y Neferum estaba tan abrumado que se fue directo a descansar. Tenía mucho trabajo por delante para curar las plantas dañadas. Maahes debía sentir su sangre en esa mutación y eliminarla de peligros.
Se sentó a comer disfrutando del buen sazón. Doliéndole cada vez más tener que correrla por el disgusto de su hermano.
-Karma. Acabo de recordar—comento disgustado—. Los humanos están de fiesta, la ciudad es un caos.
— ¿Fiesta dijiste? —pregunto con los ojos brillantes. El ascenso.
—Celebran que sobrevivieron a la masacre.
—¡¿Me llevaras a una fiesta?! —exclamo emocionada arriba la mesa inclinada sobre él. Nerfertum casi se va para atrás de la sorpresa e incomodidad.
—Estás invadiendo mi espacio personal—dijo perplejo. Ella se sentó para atrás con las piernas cruzadas con la expresión de una niña ansiosa por salir a la aventura— ¿te gustan mucho las fiestas?
—¡Me encantan! —exclamo meneando su cola al aire.
—Se nota mucho.
“Quizás mi plan de jársela a An no sea tan difícil como creí” pensó.
—Entonces alista tus cosas, iremos a…—ni bien termino su frase, ella ya estaba dejando todo listo para partir—. De acuerdo. Por cierto ¿cómo hiciste el desayuno si anoche la palmera se comió las hortalizas?
Ella se paralizo y agacho sus orejas. Señalo tímidamente a lo que quedaba del estanque de agua. Nefertum asustado de lo que eso significara, salió corriendo para no encontrar su jardín de lotos.
—¡Mis lotos! —chillo.
***
Después del luto por los lotos. Se vistieron para partir. Ella decía que debía arreglar su vestido para verso bien para la fiesta, pero Nefertum la regaño sobre que debían pasar desapercibidos.
—¿Pero por qué? —pregunto ella.
—Porque, aunque tratamos de aparenterlo, somos muy atractivos al ojo humano, preciosa—le respondió Nefertum—. Y una cosa más—señalo su cola—. No debes, bajo ninguna circunstancia, exhibir tu origen ¿Ves cómo lucimos Maahes y yo?
—Sí. Quemados por el sol.
—Te sorprenderá saber que para ellos nosotros nos vemos pálidos.
— ¿Jamás has visto un Theo o un Dingir?
—No sé, pero si lo harían pensarían que están enfermos.
Antes de salir, Nefertum carga su espada y algunos perfumes seleccionados en su bolso. Teniendo extremo cuidado de que no vuelva a pasar lo que ayer con los Sangre de Atum. Examino la condición de su hermano para verificar que su recuperación esté fuera en orden. Al irse, ella le grito a Maahes que ya volvería pronto y el le grito que se muriera, pero a Nefertum le encargo un buey “especial”. Ella quería saber que tenia de especial y Nefertum le dijo que era mejor no saberlo. Le encargaron la casa a Maahes con la extrema amenaza de que no saliera del límite del oasis y que tampoco destruyera nada.
Al fin en camino, la chica andaba muy emocionada, preguntándole a Nefertum cosas como: si todos sus perfumes eran mágicos, los usaba solo en emergencias o por conveniencia, lo usaba sin la aprobación de sus víctimas, para que servía cada uno. Por ese lado, él pudo lidiarla. Personalmente, le gustaba que le preguntaran sobre su vocación y poder expresarse con el gusto de que muestren y valoren su trabajo.
A unos kilómetros antes de llegar, el aroma era distinto al de ayer. No había tanto incienso ni ruidos. Le dijo que era momento de que se camuflajeara mostrándole unas kushitas a lo lejos. Ella ascendió y optó por el físico nativo dando un giro sobre su eje con una reverencia al final.
—Tadan—dijo ella.
—Sigues viéndote muy linda, preciosa. Recemos a la Ogdoada que no nos descubran.
Lo que esperaban fuera una fiesta llena de alegría y gozo, resulto ser un lugar tenso y lleno de murmullos. Mucha gente estaba reunida en el templo de Meruel con los sacerdotes exigiendo especio y orden. Otros hablaban entre ellos en lugar de ejercer sus trabajos.
—Y la fiesta? —cuestiono desilusionada.
—Ni idea.
Al parecer, en la madrugada un grupo de niños fueron rescatados del desierto por los sacerdotes de Meruel. Decían que los encontraron al borde del colapso, hambrientos y sedientos, cargando con armas de origen dudoso. Se decía que sobrevivieron al tráfico de niños. Algunos fueron identificados como los niños desaparecidos en días pasados por la zona, los otros se investigaría de que ciudad venían.
Aunado a eso, ayer hubo una persecución callejera en la que una persona con habilidades sobrehumanas hizo añicos a los soldados.
—Que suerte que me aleje de ellos ayer—dijo Nefertum para sí.
— ¿De quiénes? —le pregunto ella.
—Seres problemáticos.
Rondando por la ciudad, la chica no disimulaba su admiración por los humanos kushitas, como si fuera una anomalía para ella. Y ese fue el primer problema con ella. Mientras iban por el mirador, ella se subió a la barda para caminar como si fuera cuerda floja.
—¡Mira, Nefer! —le señalo a un kushita mayor— ¡Ese hombre se ve que tiene más de cincuenta años!
—Preciosa, baja la voz—trato de callarla.
—¡Pero es sorprendente! —lo ignoro maravillada—. Hace más de un millón de años que no veo humanos que superen los cuarenta. Ya sabes lo que dicen: la calidad de un mundo se refleja en sus humanos.
—Sí, sí. Pero no llames la atención.
—¡Niños! —Se volvió a ignorar con una sonrisa. Se deslizo por el barandal de adobe hasta llegar abajo al puerto y saltar con gracia de este.
Ese fue el segundo problema con ella. En el puerto había unos niños jugando con conchas y peces que su padre bajaba de su barca. La chica se acerca a ellos llena de cariño y calidez. Hasta el momento y dado lo ocurrido con los niños rescatados, los padres tenían excluidos a sus hijos dentro de sus hogares. Y estos eran los primeros que se topaban de milagro.
—Hola—los saludo ella con esa sonrisa tierna que cargaba.
Los niños se sintieron atraídos por ella de forma natural, como la atracción que tenía con su madre. Le regresaron la sonrisa y se acercaron a ella con deseos de jugar. Cuando Nefertum llego a ellos se topo con el escándalo de los padres de los niños gritándole que se alejara, aun cuando sus hijos explicaban que ella era buena. Al ver que ella no comprendió el rechazo de los adultos, intervino disculpándose y jalándola lejos.
—Nefer, no me dejan jugar con los niños—dijo confundida todavía—. Piensan que les hare daño ¿Por qué pensarían eso?
—Ellos no saben que tu naturaleza es maternal y te gustan los pequeños—le consoló explicándole—. Ellos están preocupados por lo que paso con esos niños que salvaron en la mañana, es natural que sientan temor de cualquier desconocido que se acerque a sus hijos.
—Yo jamás lastimaría a un niño, Nefer.
-Perder. Estoy seguro que los protegerías con tu vida.
Y el tercer problema, o quizás momento sorpresa. Fue cuando regresando arriba de la nada una niña se acercó corriendo por la espalda a la chica para tomarla del vestido y pararla jaleando.
—¡Señorita! —grito la pequeña con una mezcla de urgencia y alegría— ¡Señorita! ¡Logro escapar de esos monstruos! ¡¿Logro traer al niño valiente?!
Los dos se voltearon a verla. Era una muy pequeña y frágil, sufría desnutrición, pero vestía ropas blancas y limpias nuevas. Sus ojos se clavaban en los de la chica como si la conociera de antes, hasta que poco a poco parecía que algo no le cuadraba.
—Hola—le dijo dulcemente ella agachándose a su altura— ¿todo bien linda?
La pequeña no supo responder. La voz de un niño mayor se aproximó junto con un sacerdote que pretendía alcanzarlo. Lucia las mismas condiciones de su hermana y también portaba ropa nueva. Cuando llegaron con la niña, Nefertum y la chica ya habían desaparecido para evitar otro problema.
—¡Hermano! Te juro que creí que era ella—dijo la niña al niño mayor.
Su hermano negoció con la cabeza.
—Ella volvió por él. Solo los dioses saben que fue de ellos.
—¿Crees que la alucine? —pregunto triste.
—¡Niños! —les grito el sacerdote jadeando—. Me van a castigar por dejarlos ir tan lejos. Volvamos, por favor.
—Vamos—le dijo el mayor a su hermana dándole la mano.
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