
Antes de que las tormentas invadieran el cielo de Kemet, la tierra aun tenia un aliento de vida. Y en uno de esos últimos días soleados, su tío caminaba en medio del cuerpo de un Ajebyu gigante en el desierto. Una serpiente colosal que habitaba entre las arenas de Kemet, cuyo veneno era tan letal hasta para los nechers.
Su lanza, la cual meneaba sobre sus hombros, estaba limpia. El no lo había atacado. El culpable corría escondido detrás del colosal cuerpo creyendo que el no lo descubrió. Era uno de los mejores cazadores de Kemet y entre los Nechers, intentar cazarlo era vano. Sonrió de lado aun sorprendido por lo que tenía delante, y volteo al refinado aroma de loto detrás de él.
Sentado sobre el cuerpo del animal se encontraba un pequeño Nefertum como de ocho años humanos, portaba la trenza tradicional de los niños de Kemet, un shenti blanco con cinturón azul similar a sus ojos y su collar grueso de piedras azules.
—¿Lo intoxicaste con uno de tus inventos? —se burló su tío maravillado. Nefertum no se inmuto—. Hueles muy bien, mocoso. Estoy seguro que el Ajebyu pensó lo mismo.
Nefertum rodo los ojos, se paró sobre la serpiente y camino por este con las manos detrás la espalda. Su tío lo siguió con la mirada. Una vez lejos, Nefertum chasqueo los dedos y una bomba de aroma exploto debajo de su tío. Este disperso rápidamente el aroma con un viento de mano, y justo en ese instante mas bombas de aroma detonaron en el área. Genero una ola de aire con su lanza, que alzo hasta la arena. Una daga del cielo rozo su mejilla y rápidamente reacciono a la luvia de cuchillos sobre él, obligándolo a crear un tornado que los arrastrara lejos. Y en esos instantes de distracción, un pequeño con un cuchillo en mano fue directo a su espalda. Su tío alcanzó a darse cuenta y antes que se la clavara, se giró, lo sujeto de la muñeca y lo lanzo a Nefertum.
Él no se inmuto por ellos. Fue y salto el cuerpo de la serpiente con la ligerea del aire. Puso una mano en jara con una sonrisa ante sus sobrinos derrotados. Maahes estaba aplastando Nefertum con fuertes carcajadas mientras este reclamaba que se quitara.
—¡Casi te dimos, tío Anhur! —grito Maahes orgulloso.
Maahes usaba un shenti de piel, algo mas adecuado para esconderse visualmente en el entorno. Su cabello era peculiar, usaba la trenza infantil, pero no era calvo como los demás niños o Nefertum, su cabellera era larga y tenía un fleco que le tapaba los ojos. Apestaba a sangre y sus ropas estaban sucias.
Anhur no pudo evitar reírse con él.
—¡Bombas de olor! ¡Lluvia de dagas! Mocosos, esta vez sí que me sorprendieron—reconoció admirado—. Tenían bien guardados esos trucos ¿eh?
—¡Ya quítate animal apestoso! —le exigió Nefertum a su hermano. Maahes se abalanzo más— ¡Tío Anhur!
—Aww—soltó su tío apoyado en su lanza.
—¡Le diré a mi tía! —amenazo. Anhur los hizo valor leve con un viento del suelo ocasionado por una pisada de él y caer separados.
Anhur era tan solo uno de sus muchos tíos maternos. Era un necher león con aire de treintañero y presencia de veterano. Le gustaba vestir shentis simples adecuados a la cacería y sin joyas que llamaran la atención de sus presas. Salvo por sus ojos celestes y su llamativa y magnifica melena azabache, la señal de honor de todo león.
Desde esa ubicación, Anhur descubrió el hueco en la cabeza del Ajebyu. Un orificio limpio pero letal que acabo con ella de un ataque.
—Ah. Eso lo explica todo—dijo entrecerrando los ojos—. Maahes ¿esto fue obra tuya? —Maahes asintió sacudiéndose la arena—Increíble…ahora restáuralo, Nefer—le ordeno al mayor.
—¡¿Eh?! —reclamo Nefertum molesto quitándose la arena— ¿y yo por qué?
—Fuiste tú el que le dejo todo el trabajo sucio a tu hermano mientras estabas cómodo tomando el sol—señalo el adulto sin debatir—. El juego era cazar Ajebyus sin lastimarlos.
—Pero yo fui la carnada—berrincho.
—Debiste pensar en eso antes de darle rienda suelta a tu hermano.
Nefertum ahogo un grito. Anhur rodo los ojos. No era la primera vez que Nefertum era castigado así, siempre se negaba a participar en los juegos que le ponían por el mero capricho de no gustarle ensuciarse con sangre. Que no estaba mal, pero tampoco colaboraba en desarrollar sus habilidades de combate.
En defensa de Nefertum, él no es que despreciara cazar o los combates, de hecho, le gustaban. Solo que muchas veces las sentía innecesarias. En su corta vida de alrededor de ochocientos mil años, todos a su alrededor impregnaban aromas de frustración y negatividad. En lugar de darle motivos para enfrentarlos, le generaban mas lastima y desapego. Aunque era un niño, conocía el motivo de esos aromas y como Kemet se hundía en la miseria por el actual rey. No quería usar la violencia, sino sofocar esos aromas que molestaban su nariz.
—Hazlo—le volvió a ordenar.
Nefertum obedeció de mala gana y fua a la cabeza de la serpiente. Anhur lo vigilaba riendo con Maahes burlándose de la situación. En la cabeza, Nefertum verifico señales de vida.
—Si lo hubieras cazado no tendrías que ensuciarte tus manitas—se burló el adulto.
—¡Silencio, me estoy concentrando!
Recito un conjuro de Heka curativo. Los tejidos fueron restaurados como si nada hubiera pasado. El resto del cuerpo comenzó un proceso de reparación de daños e imperfecciones. La serpiente no estaba muerta como tal, estaba en un limbo, incapaz de movilizar su cuerpo o maniobrar su alma debido al tipo de daño que recibió.
—No lo despiertes aun—indico su tío—, se enfadará si los reconoce.
—¡Yo estoy enfadado!
—¡Yo estoy divirtiéndome! —grito Maahes.
—Maahes—le hablo su tío.
—Si.
—¿Por qué intentaste matarlo? —le pregunto con un tono algo serio. Maahes bajo la mirada como si supiera que hizo mal—. Desobedeciste mi orden ¿lo sabes verdad?
—Si—acepto sin nada de emoción—. Pero estaba atacando a un grupo de humanos.
—¿Tienes pruebas?
Maahes rescato su cuchillo y hizo un corte extenso en la zona del estómago del Ajebyu. Neferum reclamo, pero Anhur le detuvo. El niño abrió la piel hasta el estomago donde estaban los cuerpos de humanos digiriéndose.
—En ese caso, merece morir—decidió Anhur—. Pero bajo la mano del dueño de esos humanos. Que les quede claro, el verdugo debe ser el afectado, no ajenos. Ustedes aun no poseen humanos, no tienen derecho a ejercer decisiones por muy bien intencionadas que sean sobre las pertenencias de otros Nechers ¿les quedo claro?
Ambos asintieron.
—Bien—dijo y poso sus manos sobre la cabeza de ambos para despeinarlos de forma juguetona—. Ya es hora cenar. Mañana volvemos a casa.
En esos milenos, Nefertum y Maahes vivían en la ciudad de Iunet por temporadas desde que eran bebes. Justo en el reino del Alto Kemet, donde el desierto era el principal ecosistema. Anhur solía llevárselos a entrenar al oasis de Kharga, el más cercano de la ciudad, pero a más de cien kilómetros de distancia. Regresar les tomaba dos días sin descanso a pie.
Esa noche, su tío preparo la fogata junto al manantial del oasis y habían cazado unas gacelas en el atardecer para cenar. Maahes devoro más de una con impaciencia, Nefertum tardaba de comerse la pierna de una con suma tranquilidad y Anhur degustaba las costillas de otra. El cielo encantaba con la luz de sus estrellas y la luna los acompañaba de forma invasiva.
—Tío Anhur ¿los Nechers lunares son chismosos? —pregunto Maahes con la boca llena.
—Mucho, murmuran a tus espaldas de lo que ven desde su barca—dijo mirando la luna y luego añadir con picaría—. Pero encáralos de frente y no sabrán ni donde esconder la mirada—dijo y los tres rieron.
Cuando los tres se sintieron llenos, o hasta que Maahes se comió el ultimo resto de las gacelas, llego el momento de las historias. Su tío Anhur, era uno de los tres capitanes generales del ejercito de Kemet. Nefertum decía que les contaba sus anécdotas de guerra para presumir sus hazañas, aunque, también acetaba que le fascinaban.
—Esa vez tuve que movilizar las brigadas para frenar un demonio cósmico colosal que estaba punto de entrar a la caverna—relataba con exaltación mientras ellos lo escuchaban atentos. Nefertum fingía indiferencia y Maahes no disimulaba su ilusión—. Mi plan era usar de señuelos a la brigada más débil, la de los canes. Pero ellos estaban en pésimas condiciones para defenderse, y eso a mí no me importó.
En esa parte ambos se sorprendieron de escuchar algo tan bajo de su tío. Maahes no se mantuvo callado después del llamado de atención que recibió ese día.
—¡¿Cómo pudiste, tío Anhur?! —cuestionó Maahes indignado—. Tu siempre dices que no hay que debemos proteger a los débiles e inocentes.
—Buena pregunta, mocoso—respondió Anhur evidentemente avergonzado—. Cuando estas en situaciones tan criticas como la de ese momento, la barrera entre lo correcto y lo indebido suele romperse. Solo quieres evitar fracasar cueste lo que cueste.
—¡Eso no es escusa! —le reclamo el niño— ¡Dañaste a tus hermanos!
Anhur negó con la cabeza.
—No, casi lo hago—explico suavizando su mirada—. Por mi rango, nadie se atrevió a cuestionar mi decisión pese a que sabían que estaba mal, todos tomaban mi palabra como certera, aunque dudaran…todos menos ella—dijo con una sonrisa para él.
—¿Ella quién? —pegunto Maahes.
Si tío alzo sus ojos con un cierto brillo.
—Mehyt—respondió y ambos niños se cayeron de espaldas. Anhur rio.
—No me digas que…—trato de formular Nefertum.
—Si. Esa fue la vez que tu tía Mehyt me dio aquel golpe que tanto presume.
—¿El golpe que te hizo darte cuenta que eras masoquista? —pregunto imprudentemente Maahes, cortándole el encanto al relato. Nefertum se llevo una mano a la frente. Anhur los fulmino con la mirada.
—¡¿Cuántas veces debo decirles que no soy masoquista?! —reclamo con cierto fastidio.
—Es que no hay otra explicación de porque te gusta una fiera como la tía Mehyt—alego Nefertum— Entonces, te enamoraste de ella porque fue la que única que te encaro tu mala decisión con un puñetazo, y supongo que gracias a eso cambiaron de planes ¿cierto?
—Y ofreció su brigada como señuelo solo para terminar de humillarme—agrego su tío dejando escapar una risa nerviosa—. Toda una fiera indomable.
—Siempre tuve curiosidad sobre cómo te volviste el depredador que acecha a mi tía todo el tiempo—confeso Maahes divertido—. Es divertido ver como todas tus trampas se arruinan y no logras cazarla.
—Valla, al fin alguien entiende mi naturaleza amorosa—felicito a Maahes—. Siempre dije, que me enamoraría de la fiera mas peligrosa de Kemet. Y Mehyt es la reina de las fieras.
—De eso no hay duda—confirmaron los hermanos con escalofríos.
—Descuida, tío Anhur. Si jamás logras cazarla, siempre podremos venir a jugar contigo para que te sientas mejor—comento Maahes con inocencia.
Sus palabras tomaron desprevenidos a los otros. Nefertum olio un cambio drástico en su tío. Siempre olía seguro y fuerte. Menguaba leve cuando se trataba de la tía Mehyt a notas mas dulces. Pero en ese viaje creyó percibir tristeza y frustración, y lo verifico esa noche. Su tío solo les dedico una sonrisa suave y llena de cariño. La oscuridad de la noche, no pudo esconder el cielo nublado en los ojos de Anhur.
—Por supuesto, mocosos. Y espero que la próxima vez, al fin logren derrotarme.
Al día siguiente, emprendieron su retorno a Iunet.
Los días pasaron rapido entre charlas y juegos de cacería. Atraparon unos jabalines que le regalarían a su nana como tenían de costumbre, para demostrarle que pensaban en ella. Anhur se lució cazando al más grande y unas cabras montañesas, con claras intenciones de dedicárselos a Mehyt.
Llegaron al atardecer, y fueron recibidos por reverencias de los humanos locales. A diferencia de los humanos kushitas que eran altos, de piel oscura y fracciones toscas, los kemitas eran bajos, morenos y rasgos intermedios. Era por esto que, para ellos, la mayoría de los nechers eran muy altos o fuera del tamaño promedio que ellos conocían.
Mencionar su impresión por cada necher, era como señalar los extremos de una estrella. Anhur era visto como una figura de suma adoración y respecto, alguien a quien jamás deberías provocar u ofender. Nefertum a su corta edad, ya impresionaba con su aspecto llamativo, señalado como uno de los seres más deslumbrantes del que se tenga conocimiento. Maahes en cambio denotaba algo muy diferente: miradas nerviosas, susurros de miedo y rechazo ante su presencia. Los niños se sentían incomodos con la manera en como otros los veían, en especial, Maahes.
Al llegar al templo de su nana, a las afueras de la ciudad, esta se encontraba a la entrada de su templo dando órdenes a sus sacerdotisas con cierto mal humor. Cuando los diviso, sus ojos ámbar se encendieron sobre ellos. Era una necher leona, que peinaba su melena en una coleta recogida. Su vestido era azul con anaranjado y transmitía un aura de seriedad e intimidación.
—¡Ya volvimos, tía Mehyt! —le gritaron a su nana con alegría meciendo sus jabalines en el aire como si fuera normal que unos niños pudieran cargar un animal mayor que ellos. Mehyt cruzo de brazos y una ola de calor ahuyento a los humanos del templo. Los niños se detuvieron de golpe previniendo lo que pasaría. Anhur ni se atrevía a dar un paso.
—¡¿Saben que día es mañana?! —grito furiosa lanzando un aliento caliente con cada palabra. Los niños y Anhur asintieron nerviosos— ¡TU! —señalo a Anhur caminando a él, dejando huellas quemadas en su camino—. ¡Te dije que no tardaras mucho esta vez!
—Hola, Mehyt. Hoy luces muy radiante—trato de apaciguarla Anhur con cautela.
—¡Déjate de rodeos, mañana vendrá el heraldo de su padre y tu te tomas el tiempo que te da la gana!
—Debiste venir con nosotros, así me hubieras recordado que volviéramos…te hubieras divertido.
—Como si fuera igual que tu—acuso con sarcasmo—, dejando tu ciudad al aire sin pendientes. La última vez, Jentyamentyu casi te roba tus propiedades en tu ausencia.
—Le deje un recordatoria a ese lobo de porque no debe subestimarme—respondió tranquilo.
—¡Eres un terco!
—Perdónanos, nos emocionamos mucho esta última vez—se llevó una mano a la nuca y la miro a los ojos con suavidad—. Descuida…, ya no lo repetiré.
Mehyt no aflojo su postura. Ni ablando su ceño. Solo giro su cabeza de lado y salto un chasquido. Volvió con los niños y se agacho a su altura. Ellos le presentaron sus regalos y ella suspiro en derrota.
—Vallan a bañarse, les guisare su platillo favorito con estos jabalines.
Se miraron entre ellos perplejos de la inusual orden de su nana. Nefertum y Maahes desconocían la identidad o paradero de su madre. Su solo recuerdo era un tabú en Kemet. Cuando eran bebes, su tía Mehyt se ofreció como su nodriza y, posteriormente, los crio. Conocían a su padre, debían vivir con el unos siglos y luego volvían con su nana la mayor parte del tiempo. Su tío Anhur, poseía otra ciudad lejos de la de su tía. Tenia compromisos con ella y sus deberes ante el rey. Sin embargo, dejaba esas cosas de lado para visitarlos cada que les tocaba vivir con su tía, como si fuera un compromiso real.
Mehyt nunca se mostraba agradecida de sus detalles. Ella decía que lo conocía muy bien y que solo se trataba de un juego de cacería. Los niños siempre notaron pistas sobre su relación antes de que ellos nacieran. Antes de la confesión de anoche sobre el origen de su “romance”, los niños pensaban que ella le tenía recelo por cuestión de trabajo. Su nana tenía rango de coronel, un puesto debajo del de su Anhur. Luego de saber la historia completa, reformularon la situación.
Nefertum jamás le conto a su tío, por miedo de lo que confesar la verdad desataría. Pero tras la fachada ruda y regia de su tía, cada que Anhur estaba cerca o cuando ellos lo invocaban para que viniera a verlos, su aroma se endulzaba de la misma manera que su tío. Y si Anhur se llegaba a enterar por terceros de lo que eso significa, Mehyt mataría al chismoso que la delato sin su consentimiento.
El resto del día fue normal para ellos, salvo por ciertas cosas. Usualmente, su nana “intentaba” correr a Anhur por las noches para que no los acompañará en la cena. Por insistencia de los niños su plan fracasaba. Por eso cuando vieron a Anhur bien sentado y listo para cenar en la mesa, creyeron que su tía debía estar bajo un hechizo. Incluso estaba menos gritona y más arreglada.
—¿Tú también has notado algo raros a mis tíos? —le pregunto Maahes a su hermano antes de entrar al comedor.
—¿Por qué crees tu?
—¿Crees que mi tío al fin la atrapo en su trampa?
El otro se hundió de hombros y entro. El sabía que algo estaba pasando de fondo desde tiempo atrás. El mismo aroma negativo que percibía en su tío, llevaba días en su tía. Ambos ocultaban algo que temían que ellos supieran.
Mehyt les preparo su comida favorita, “Llamas solares”. Un platillo que solo les preparaba tras no darle problemas o cuando volvían de casa de su padre. No después de enfadarse con ellos. Ni mucho menos darle a probar a Anhur. Cenaron como nunca antes. En una atmosfera que se sentía acogedora, como una familia legitima. Con una madre gruñona, un padre despreocupado y unos hijos disparejos.
Al final de cenar, sus tíos no los llevaron a su habitación para descansar, sino al patio para desvelarse y ver el amanecer. Mehyt, al estar vinculada con los nechers del cielo, les señalaba y explicaba las formas de trabajar de estos a sus sobrinos. Anhur intervenía de vez en cuando para provocarla y terminar por sacarle unas sonrisas a los pequeños. Cuando Maahes le robo la lanza a su tío para jugar a las atrapadas, aunque Anhur si estaba preocupado por lo que pudiera hacer el pequeño con esa arma, Mehyt se sentó a lado de Nefertum.
—Son igual de locos—cometo ella.
—Creo que Maahes tiene mitad y mitad de cada uno—menciono Nefertum.
—Nefer—le hablo casi en un susurró—. Se que eres muy maduro para tu edad. Y que entiendes muchas cosas que tu hermano no.
El niño asintió. Estaba preparado para escuchar al fin la verdad, si es que su tía se animaba.
—Escucha, Maahes es…especial—comenzó hablando con delicadeza y sentimiento. Irreconocible para ser Mehyt—. Somos de los pocos que vemos más allá de eso, sobre todo tu. Por eso…jamás abandones a tu hermano… ¿lo prometes?
Lo prometió, y su nana le sobo la cabeza con ternura.
Cuando el sol salió en el horizonte. Anhur les dijo que recordaran saludar a su abuelo, el sol, cada mañana. O de lo contrario este no brillaría en sus cumplemillones, dicho por experiencia propia.
Y al final de cada bello recuerdo, llegaba la hora de extrañar.
Listos para recibir al heraldo del padre de los niños en la entrada del templo. Mehyt ordeno desde ayer a sus sacerdotisas que se ausentaran por días, que solo quería la presencia de nechers por un tiempo. Ella acariciaba los hombros de ambos niños con ternura. Anhur nunca estaba presente en las partidas, podría verse mal interpretado que estuviera involucrado en la vida de los niños, pero esa vez, Mehyt le pidió que se quedara.
Nefertum tomo la mano de su hermano cuando lo sintió nervioso, como todas las veces que debían volver con su padre.
Puertas dobles dignas de un palacio divino se materializaron delante del patio delantero. Al abrirse, era completa oscuridad impedía ver lo que albergaba dentro. Un Aj-Sa toro blanco con vestimenta formar emergió, era Hepu, el heraldo del maestro. Acompañado de los pequeños patecos que cargaban un paladín real con cortinas rojas y azules, acondicionada para un par de príncipes.
—My lores—saludo con reverencia ante los nechers—. Traigo saludos de mi amo, el Gran Visir.
Maahes fue el primero en mostrar su descontento, seguido de Nefertum. Odiaban a Hepu, o como lo llamaban, “El mete cuerno”. Pocas veces demandaban que se les reconociera su estatus, con Hepu era seguido y para remarcarle lo detestable que era su existencia para ellos. Podrían enlistar los motivos por las que justifican sus acciones con él. Muy contrario con los patecos, les caían bien y en contadas veces se prestaban a sus juegos.
—Sir Hepu—le regreso el saludo Mehyt—. Regrésele mis respectos al Gran Visir.
—Veo que están acompañados en esta ocasión—señalo a Anhur—. Lord Anhur, sepa que mi amo es consciente de sus aportes para los príncipes. Le da las gracias por su buena intención.
—Fue mas que un honor—respondió Anhur con cautela disfrazado de cordialidad. Miro a los niños—. El Gran Visir, tiene unos hijos llenos de potencial.
—Y el Gran Visir, el maestro artesano y mi amo, se lo compensara. Si nos permiten, es hora de retirarnos. Mis príncipes, su padre aguarda su presencia, despídanse—indico y los patecos acomodaron el paladín para que ellos subieran.
Mehyt apretó los hombros de ellos.
—Tía Mehyt—le llamo Maahes— ¿Por qué no vienes con nosotros?
—Lo siento—se disculpó triste—. No lo tengo permitido—se agacho a su altura y lo vio casi a los ojos. Ella no podía ver los ojos escarlatas de Maahes detrás de su fleco largo, pero Maahes si veía las llamas ámbar en los ojos de su tía. Y eso era suficiente—. Eres un bien niño, y se que serás un gran Necher en el futuro—dijo y lo abrazo—. No te apartes del camino de Maat ¿sí?
—Si—afirmó confundido—. ¿Porque te despides así tía Mehyt? Volveremos en unos siglos.
Mehyt lo abrazo con mayor fuerza. Paso a abrazar a Nefertum compartiendo una complicidad no dicha. Subieron de mala gana al paladín sin soltarse de las manos y los patecos los alzaron camino a la misteriosa oscuridad.
—Perfecto—dijo Hepu cuando el paladín estaba cerca de la puerta—. My lady, permítame entregarle una muestra de agradecimiento de mi amo.
Ordeno con un aplauso y otros patecos salieron cargando cajas de piedras preciosas llenas de artesanías valiosas como joyas, ropas y todo lo digno de un palacio celestial. Tanto los niños como los adultos tuvieron curiosidad por el detalle. Hasta que Mehyt endureció su semblate.
—¿Qué significa esto?
—Acéptelo como un pago por todos los milenios que tubo que cuidar a los príncipes—explicó Hepu—. Ahora queda libre de su licencia de maternidad para retomar su labor bajo las ordenes del rey.
Entonces Nefertum comprendido todo.
—Nefer ¿Qué esta diciendo ese tonto? —pregunto alarmado Maahes.
—Lamento que no les avisáramos antes, mis príncipes—le respondió Hepu—. Pero ya no volverán a este lugar.
—¿Qué? —Maahes se turbo al grado de querer entrar en un colapso— ¡No es cierto! ¡Tía Mehyt, no es verdad!
—Me temo que fue decisión de su padre—les dijo acercándose a sus cortinas con arrogancia—. Las tierras de Kemet están decayendo a niveles alarmantes y su padre no cree seguro que sus hijos sigan morando con tantos riesgos. Además, ya no son tan pequeños como para necesitar una nana.
Nefertum permaneció callado de coraje. Sabia que no debía revelarse ante las ordenes de su padre. En cambio, Maahes intento salir del paladín con ganas de abalanzarse sobre Hepu, para chocar con un campo de fuerza que los mantenía encerrados en el paladín.
—Mi amo anticipo que harías eso—revelo con satisfacción.
De pronto, unas manos hirvientes y fuertes lo tomaron del cuello y lo alzaron hasta clavar sus garras sin piedad. Los patecos alejaron el paladín asustados de la acción de Mehyt. La fiera estaba desatada. Y no cualquiera, una Ojo Solar.
—¡¿Por quien me toma tu amo?! —rugió quemando la sangre del toro—. ¡¿Cree que hice esto por interés?! ¡Se equivoca! ¡Esos niños valen más, que toda la fortuna del universo!
Anhur intervino con ráfagas de viento para separarla del heraldo y aprisionarla entre sus brazos contra su voluntad. Mientras el cuerpo del heraldo era socorrido por los patecos disponibles, Anhur soportaba el cuerpo hirviendo de Mehyt a su límite.
—¡Suéltame!
—¡Reacciona, Mehyt! ¡No estas luchando contra nosotros! ¡Te estas revelando ante la orden de un Camefis!
Se detuvo, temblando entre los brazos de Anhur llena de impotencia. Hepu se levando cuando su garganta comenzó a regenerarse por el heka trasferido de su amo. Su mirada yo no los veía con respecto, era con desaprobación…y no venía de él. Hizo un ademan a los patecos de que cruzaran la puerta con ellos. Y lo ultimo que vieron Maahes y Nefertum de sus tíos, fue la represaría a sus tíos.
—Hace muy bien en domar a esa fuera—dijo Hepu sobándose el cuello casi sanado. Anhur lo miraba con una mezcla de reconocimiento y a la vez coraje—. Lady Mehyt, no olvide que usted no es su madre. Por lo cual, no importa la jerarquía, usted no tiene derechos sobre esos niños.
Mehyt se desplomo con Anhur en el suelo viendo a Maahes gritar que no quería irse antes de que todos desaparecieran tras las puertas.
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